Guayabo Post-Mundial: Los retos de esta nueva Colombia

La selección Colombia femenina se despidió de la Copa Oro tras perder 0-3 contra la selección de Estados Unidos, en la ciudad de Los Ángeles, California.

Las norteamericanas capitalizaron una primera media hora de juego de nervios y errores individuales para ponerse arriba 0-2 y prácticamente definir el partido. El 0-3 sobre el cierre del primer tiempo trajo punto final a cualquier posibilidad del equipo colombiano.

USA administró la diferencia en el segundo tiempo y le dio trámite a un partido en el que Colombia nunca estuvo cerca de crear claro peligro en el arco de Naeher.

El balance de la selección en el torneo estuvo dentro de lo esperado. Victorias cómodas contra Panamá y Puerto Rico, y derrotas lógicas contra Brasil y Estados Unidos.

Contrario a las expectativas, este era un equipo diferente. Las ausencias de Catalina Pérez, Leicy Santos y Ana María Ramírez por lesión, además de Mayra Ramírez, pesaron un mundo en una nómina corta de futbolistas de primer nivel.

Aún sabiendo que este equipo llegaba claramente mermado de talento y en un nuevo proceso con el técnico Angelo Marsiglia, Colombia venía a la Copa Oro a defender el reconocimiento obtenido en los últimos meses, y a seguir creciendo como selección. En ese sentido, quedaron más dudas que certezas.

El equipo jamás se terminó de sentir cómodo en el torneo. Le alcanzó para hacer una fiesta contra selecciones más débiles, y lo trató de emparejar contra Brasil y USA a punta de intensidad. El fútbol, por otro lado, apareció muy poco.

El técnico Marsiglia luce confundido (a veces obsesionado) con la idea de salir desde atrás con el balón en los pies sin tener el perfil de jugadoras para hacerlo. Daniela Arias y Jorelyn Carabalí, jugadoras de un perfil muy parecido, no tienen hoy la capacidad de darle al equipo la salida clara que el técnico pretende. El equipo lo sufrió a tal punto que las dos derrotas con equipos superiores arrancaron con el equipo colombiano en desventaja por cuenta de errores infantiles en la salida.

Si la idea es salir con el balón jugado desde atrás, habrá que pensar en defensoras de otro perfil. De las centrales vistas, solamente Ángela Barón parece tener las herramientas para cumplir la tarea. Sin embargo, se le vio jugar muy poco en los partidos donde la exigencia podría mostrarnos si estaba a la altura.

Es inaceptable que un equipo que llegó a los cuartos de final de un Mundial, juegue al fútbol con una arquera que no puede despejar la pelota desde su área. Natalia Giraldo tiene potencial bajo los palos, y seguramente le dará muchas alegrías a Colombia, pero hoy no está para la responsabilidad de defender el arco tricolor en partidos con un nivel de exigencia como el de Brasil y USA.

Ya desde cuando tuvo que reemplazar a Catalina Pérez contra Inglaterra, se le notaron sus falencias. ¿Pasaron ocho meses y el cuerpo técnico de Colombia no ha trabajado con ella en sus debilidades? ¿No tenemos en Colombia más futbolistas en esa posición que nos puedan ofrecer algo más de seguridad?

Si el arco necesita soluciones inmediatas, el medio campo necesita recambio a corto plazo. Daniela Montoya tuvo un torneo discreto. Viendo el desarrollo del juego de la mitad de Colombia en los partidos exigentes, es evidente por qué Abadía decidió jugar con Diana Ospina (35) en un doble cinco con Bedoya cuando Colombia se vio en inferioridad en el Mundial, relegando a Montoya al banco.

Será una incógnita cómo piensa Marsiglia balancear la mitad, sabiendo que su mejor volante central es Bedoya y no se le nota cómoda en este nuevo sistema que la pone como el único sostén del equipo en la mitad cuando Colombia va hacia adelante.

Por último, hay que decir que Colombia entró en este torneo con jugadoras en un nivel de forma bajo, probablemente consecuencia de la escasez de competencia. En las situaciones límite, solo fueron reconocibles Vanegas y Usme, cuando el sistema les dejó juntarse un poco más con Caicedo y la incansable Manuela Pavi.

Una mención especial para Linda Caicedo. No descubrimos nada diciendo que sigue siendo la jugadora más diferencial del equipo colombiano por escándalo. Tampoco suena lógico decir que tiene que ser el referente de Colombia y cargarse al equipo al hombro con tan solo 19 años.

Lo que sí se empieza a notar es una tendencia cada vez más marcada a ser una jugadora de momentos, y esos momentos, por más brillantes que sean, empiezan a escasear más cuando sube el nivel de competencia. Los años irán haciendo lo suyo, pero para convertir en realidad todo lo que su talento promete, Caicedo tendrá que encontrar la manera de hacerse cargo con más frecuencia.

Al término del Mundial, pedíamos la necesidad de un programa serio para el fútbol femenino colombiano, que amparado en una talentosa generación, viene consiguiendo resultados a pesar de, y no en consecuencia de, un apoyo estructurado de la Federación de su país.

Nos vamos de Los Ángeles con un 0-3 contra USA que es lo de menos. La preocupación es el cómo. Con errores individuales básicos, con jugadoras en un nivel discreto, pero sobre todo, con la sensación de que toda esa falta de planeación y proceso que no queríamos ver después del Mundial, se empieza a mostrar una vez más como nuestra realidad.