Las cábalas de Bilardo para ganar el Mundial de 1986

Argentina levantó su segunda Copa del Mundo en México con una selección que lideraba dentro del campo de juego Diego Armando Maradona. Varias historias han salido a la luz pública sobre las insólitas cosas que hacía cuerpo y técnico y jugadores para mantener la suerte.

“No hay cábalas, son costumbres”, así era como Carlos Salvador Bilardo justificaba algunos de sus comportamientos cuando se hacía cargo de un equipo. A continuación repasamos algunas de estas situaciones:

“Gigante Chiquito” es una canción de Sergio Denis que siempre sonaba en el bus de la selección cuando iban rumbo al estadio. También ponían “Total Eclipse of the Heart” de Bonnie Tyler y “Eye of the Tiger” de la banda sonora de Rocky. En algunas ocasiones si el conductor iba muy rápido le pedían que bajara la velocidad para alcanzar a escuchar los temas.

Los policías que custodiaban el bus en moto siempre eran dos en la parte delantera, Tobías y Jesús. El día de la final la organización quiso aumentar la seguridad y llegaron más uniformados. El técnico se incomodó mucho y dijo que si había más policías debían ir en la parte de atrás. Después de discutirlo por varios minutos Bilardo amenazó con que no salían para el estadio sino se cumplía esa condición.

Un helicóptero de seguridad siempre rondaba cuando salían de la concentración. Hasta que no lo vieran todos los días el equipo no quedaba tranquilo.

En el bus todos debían ocupar el mismo puesto. Además, no podían preparar las maletas un día antes del partido sino debían hacerlo el mismo día.

Una llamada misteriosa. Antes del debut ante Corea del Sur sonó el teléfono que había en el camerino. Contestó el ‘Tata’ Brown y de ahí en adelante siempre entraba una llamada previo al partido. Lo raro es que ya no hablaba nadie del otro lado y siempre hacían contestar a Brown. Los jugadores presumían que alguien del cuerpo técnico era el que hacía la llamada por cábala.

Un peluquero mexicano le cortó el pelo a Bilardo, tras los buenos resultados lo cogieron de cábala y peluqueó a casi todos los integrantes del plantel. A Javier Leyva le prometieron que si le ganaban a Inglaterra lo llevaban a Argentina. La ‘albiceleste’ no solo venció a los ingleses sino que levantaron la copa y cumplieron la promesa con el peluquero.

Hamburguesas fue lo que comieron algunos jugadores al llegar a México en el centro comercial Sanborns. El médico los regañó pero luego se volvió una costumbre al tiempo que debían invitar a la mesa a tres mujeres desconocidas que pasaran por ahí. Antes de la final aparecieron las esposas de los futbolistas y Bilardo hizo que se fueran para poder cumplir con la cábala.

Pedir crema de dientes prestada al ‘Tata’ Brown, así no la necesitara, era otra de las costumbres del técnico.

Llamar a la esposa a las 5 de la tarde en punto. Esto hacía Bilardo por costumbre porque “no sea cosa que la pelota pegue en el palo y se vaya afuera”.

El Jefe de Prensa, Washington Rivera, entraba al camerino con un insulto, saludaba a todos y luego se despedía con la misma “palabrota”.

El primero en salir a la cancha era Diego Armando Maradona y el último Jorge Burrcuhaga. Bilardo hablaba con los mismos dos fotógrafos de El Grafíco y corría a sentarse de primero en el banco de suplentes en uno de los extremos.

Un caramelo enterraba en el mediocampo Ricardo Giusti cuando salía a la cancha antes de empezar el partido.

La anti-cábala. Argentina se preparó para el Mundial en Tilcara, un pueblo de la provincia de Jujuy. Algunos habitantes dijeron que la selección hizo la promesa de volver allí si ganaban el título, pero el equipo nunca volvió. Para muchos esta es la maldición por la que desde 1986 la ‘albiceleste’ no gana una Copa del Mundo. Sin embargo, Bilardo dijo tiempo después: “Yo llamé a varios jugadores del plantel para saber si alguno hizo la promesa, pero me dijeron que no”.

Por último, Jorge Valdano un día habló sobre todos esos rituales extraños que se realizaban: “Sí, la cábalas me incomodaban. Soy muy respetuosos con las personales, pero me molestan las colectivas. Al final del campeonato había tantas que aquello parecía una obra de teatro ensayada mil veces. La mía consistía en pensar en el partido. En los momentos previos me molestaba todo: cábalas y libros”.

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Editorial El Cinco Cero