Fútbol y Política en Colombia: Una Relación Compleja

El fútbol colombiano ha sido un reflejo de la realidad social y política del país desde sus inicios. A lo largo de su historia, los eventos y decisiones gubernamentales han tenido un papel fundamental en el desarrollo y evolución de este deporte, influyendo en su organización, popularidad y hasta en su identidad cultural. Las dinámicas de poder y los cambios en el panorama político han impactado en cómo se vive y se percibe el fútbol en Colombia, moldeando su camino en el ámbito nacional e internacional. Fútbol y política, dos palabras que van de la mano, aunque no siempre salga bien.

En 1949, el fútbol colombiano decidió separarse de la FIFA, lo que le permitió a los equipos colombianos evitar el pago de los pases internacionales y destinar esos fondos a salarios extremadamente competitivos para jugadores de renombre como Alfredo Di Stéfano. Este periodo, llamado “El Dorado”, generó gran controversia entre los historiadores que aún no logran acordar sobre sus causas exactas.

Durante esos años, clubes como Millonarios o Santa Fe podían negociar con jugadores deseados por equipos europeos de gran prestigio, como Manchester United o Real Madrid, gracias a las altas remuneraciones que ofrecían. Esta situación llevó incluso a que figuras del fútbol inglés, como Charlie Mitten del Manchester United, cambiara de ciudad, de Manchester a Bogotá, para jugar en el fútbol colombiano. Además, los dirigentes en ese momento hacían pagos con lingotes de oro, un método con el que las otras ligas no podían competir.

El Conflicto Armado y el Narcofútbol (Años 80 y 90)

Otro impacto político y social que afectó el fútbol colombiano fue el del narcotráfico durante los 80 y 90, se ejemplifica en los casos de Atlético Nacional y América de Cali, equipos que lograron éxitos sin precedentes en medio de la influencia de los carteles. Atlético Nacional, financiado por Pablo Escobar, se convirtió en símbolo de aquella era cuando, en 1989, se coronó campeón de la Copa Libertadores, un logro que ningún equipo colombiano había alcanzado antes.

Escobar inyectó grandes sumas de dinero en el equipo, permitiéndole fichar a jugadores destacados y mejorar sus instalaciones. No obstante, esta inversión también trajo consecuencias nefastas: amenazas, violencia y presión sobre árbitros y jugadores formaban parte de la rutina del equipo, con historias como el asesinato del árbitro Álvaro Ortega, quien murió tras pitar en un partido clave que afectaba las apuestas de los narcos. La DIMAYOR optó por suspender el campeonato colombiano por razones de seguridad y, en consecuencia, decidió no conceder el título de campeón.

Foto tomada de Internet

Por otro lado, América de Cali fue financiado por el cartel de Cali, liderado por los hermanos Rodríguez Orejuela. Bajo su influencia, América dominó el fútbol colombiano, obteniendo varios títulos nacionales y alcanzando múltiples finales de la Copa Libertadores. Sin embargo, la relación del América con el narcotráfico no solo le trajo éxito en la cancha, sino también consecuencias graves fuera de ella.

En los 90, el equipo fue incluido en la “Lista Clinton”, una sanción del gobierno de Estados Unidos que le impedía realizar transacciones comerciales internacionales. Esto afectó las finanzas del club y limitó sus posibilidades de crecimiento, sumiendo al cuadro escarlata en una crisis de la que le tomó décadas recuperarse.

Estos casos reflejan cómo el narcotráfico, en su afán de blanquear dinero y ganar poder, utilizó al fútbol colombiano, convirtiendo a sus clubes más exitosos en peones de una guerra que impactó de forma devastadora al deporte y al país.

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AsesiNAto de Andrés Escobar

Siguiendo con el conflicto armado del país en aquella época, es imposible no mencionar el asesinato de Andrés Escobar en 1994. Esta catástrofe conmocionó a Colombia y al mundo del fútbol, convirtiéndose en un símbolo trágico de la violencia que rodeaba al país. Escobar, defensor de Atlético Nacional y de la Selección Colombia, fue asesinado en Medellín días después de haber marcado un autogol en el Mundial de Estados Unidos y la tricolor quedara eliminada.

Su error en el campo, desató la furia de algunos sectores vinculados al narcotráfico que  apostaban grandes sumas de dinero y no toleraban las pérdidas. La noche del 2 de julio, mientras salía de un bar, Andrés Escobar fue confrontado y baleado, un hecho que se interpretó como represalia y reflejo de cómo la violencia y el narcotráfico se infiltró en el fútbol colombiano.

La muerte de Escobar no solo mostró las terribles consecuencias de la presión en el deporte, sino que también marcó un antes y un después en la percepción del fútbol en Colombia, siendo recordado como “el caballero del fútbol” y una de las tristes imágenes del costo de la violencia.

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Los Programas Gubernamentales de Paz a Través del Deporte

Después de tantos años de violencia en el país, el gobierno ha propuesto distintos proyectos y programas para fomentar el deporte de manera sana y pacífica, como el Golombiao, un torneo que fusiona las palabras “Gol” y “Colombia,” que es mucho más que una competencia deportiva; representa una iniciativa de paz y colaboración en un país donde los niños y jóvenes han sufrido los estragos de años de conflicto armado.

En este juego, las reglas son establecidas de común acuerdo entre los equipos antes de cada partido, priorizando el juego limpio, la cohesión grupal y la participación de las chicas, sobre las destrezas individuales o la cantidad de goles. Este enfoque inclusivo ha movilizado a diversas entidades y organizaciones, uniendo esfuerzos para ofrecer a la juventud alternativas que los inviten a ver el futuro con esperanza y construir una sociedad basada en la convivencia pacífica.

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El fútbol femenino en Colombia ha experimentado un notable crecimiento en los últimos años y el gobierno ha participado en este crecimiento en el último tiempo, impulsado tanto por el talento de las jugadoras como por un creciente apoyo social e institucional. A pesar de enfrentar históricamente la falta de recursos y oportunidades, las futbolistas colombianas han demostrado un nivel competitivo en torneos nacionales e internacionales, ganando reconocimiento y seguidores.

La creación de la Liga Femenina en 2017 fue un hito que permitió mayor visibilidad y profesionalización, alentando a más mujeres a dedicarse al fútbol y a clubes a invertir en sus equipos femeninos. Además, en 2023, el gobierno nacional destinó 8.000 millones de pesos, pero a pesar de la suma, Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, afirmó que la inversión debía ser mucho mayor para que el fútbol femenino fuera viable y contara con todas las condiciones laborales.

Foto MinDeporteCol

Junior y la Política

El caso del Junior de Barranquilla evidencia cómo el fútbol es usado como una plataforma sociopolítica; ha estado bajo el control de la familia Char, una de las familias políticas más influyentes de la región Caribe. Los Char han utilizado su vínculo con el equipo como una estrategia para fortalecer su imagen y ganar popularidad en sus campañas políticas.

Con esto, los Char no solo buscan mantener al Junior competitivo en el fútbol colombiano, sino también consolidar el respaldo popular que la familia recibe en las urnas, donde el éxito y la identidad del equipo se entrelazan con los intereses políticos y sociales de los Char en la región.

Foto Diario Deportes
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José Javier Núñez