Usualmente, cuando un jugador con gran talento para jugar al fútbol no logra lo que todos quieren que logre, se utilizan frases de cajón como “El príncipe que no quiso ser rey”, “Si hubiese querido…”, “Le faltó más disciplina”, y bueno, es de esperarse. Es difícil comprender que alguien que carezca de disciplina sea capaz de haber quedado dentro de los mejores 50 futbolistas de 1996, según World Soccer. Faustino Asprilla fue tan diferente como irreverente, pero siempre protagonista.
Nacido el 10 de noviembre de 1969 en Tuluá (Valle del Cauca), el Tino fue un delantero de época, sagaz y habilidoso. Siempre se caracterizó por jugar con mucha alegría, en la cancha era otra persona, típico de los buenos. Hizo parte de aquella camada dorada del fútbol colombiano, que abrió las puertas y sentó las bases de lo construido hasta hoy. Su letalidad a la hora de desbordar siempre fue un aspecto clave, lo llevó a codearse con los mejores jugadores de la historia. Es un tipo querido en Italia, en Inglaterra, en Brasil y, por supuesto, en Colombia; su carisma es sencillamente conmovedor.
Cuando tenía 23 años, Asprilla escribió con letras de oro uno de los mejores capítulos de su carrera. Anotó dos goles en el Monumental de Buenos Aires en el histórico 5-0 de Colombia sobre Argentina. A esa edad ya había brillado en el Cúcuta Deportivo y había gritado campeón en Atlético Nacional, nada mal para alguien que apenas comenzaba su carrera.
Juventud y primeros años
El hijo ilustre de Tuluá se formó en la Escuela de Fútbol Carlos Sarmiento Lora, una cuna tradicional de grandes valores que ha aportado muchos jugadores al profesionalismo, en especial, los que han jugado en el Deportivo Cali, con quien siempre ha manejado una muy buena relación comercial. En la Sarmiento, estuvo desde 1986 hasta 1987, fue un buen preámbulo para lo que se iba a conocer del Tino unos años después.
Solo hasta 1988 pudo hacer su debut profesional en el Cúcuta Deportivo, teniendo la gran misión de reemplazar al guajiro Arnoldo Iguarán, quien ya había partido a Millonarios. En el equipo fronterizo hizo un muy buen papel, tanto así que lo bautizaron como “Iguarancito”. Se ganó a la difícil hinchada motilona con fútbol, y desde entonces, se empezó a gestar su icónica celebración de voltereta al marcar un gol.
Por su performance en Cúcuta, el Tino pasó a jugar al cuadro verde de Antioquia. En 1990 llegó a Atlético Nacional, que era dirigido por el otrora técnico de la Selección Colombia, Francisco Maturana. Fue el mismo entrenador quien le solicitó a la dirigencia del equipo paisa, hacerse con los servicios de “El oro negro verdolaga”. Justamente, cuando Asprilla jugaba en el rojinegro, se enfrentó a Nacional en el Atanasio Girardot y le pegó un baile descomunal a Gildardo Gómez, sorprendiendo a propios y a extraños.
En el verde, Faustino mostró todo su potencial, conformó una dupla maravillosa junto a Víctor Hugo Aristizábal. Se complementaron tan bien, que le dieron un título de Liga al equipo antioqueño en 1991. En esos dos años de muchas anotaciones, recibió el llamado para jugar el Preolímpico de Paraguay en 1992 con la Selección Colombia. Fue una de las revelaciones de este torneo, lo cual sirvió para que el Parma italiano se interesara por contratarlo.
El Tino en el 5-0
Seguramente, muchas sean más las personas que recuerdan al Tino bailando luego de los goles que marcó en la majestuosa noche del 5 de septiembre de 1993. Dos estacas que clavó el tulueño en las esperanzas de los argentinos para ir al Mundial de forma directa. Solamente lo podían detener con aquellas patadas que metían los gauchos, el Tino se levantaba y seguía, como si no sintiera dolor alguno.
Junto a Freddy Rincón y al “Tren” Valencia, se encargó de quebrantar tanto a la defensa, como al mediocampo rival. Los 3 disfrutaron cada uno de los pases que les puso el mago de Santa Marta, el Pibe. Se aprovecharon de la agonía por la que pasaban los argentinos y se movieron como pez en el agua.
Después de lo que significó el 1-0 de Colombia a manos de Rincón, después del fenomenal pase del Pibe, llegó el momento del hijo de doña Marcelina. El Tino con el control lo hizo todo, miró qué Rincón se preparaba para soltar un pase picante, le ganó la espalda a Jorge Borelli y entre la recepción del balón, junto a un engaño propio de los grandes, se puso a tiro para definir con sutileza y hacer el segundo gol, ante la mirada de un sufrido Goycochea. Era la primera joya que tenía entre manos el Tino.
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En una de esas corridas, el Tino aprovechó un gran pase desde propia área del Pibe y transportó hasta encontrar un receptor, que fue Leonel Álvarez y este, a su vez, mandó un centro venenoso que impactó Rincón para ir sentenciando las tinieblas en Buenos Aires. El cuarto gol es obra y gracia de su presión. Nuevamente, los mismos protagonistas del segundo gol, intercepta un pase de Borelli que se quedó corto y ya lo demás es historia…Entró al área chica y ante la salida de Goycochea, definió con maestría por encima del portero argentino, un gol que solo haría alguien como Faustino.
Para cerrar con broche de oro, dos toques finiquitaron la cuestión. El Tino asistió a Adolfo Valencia y ante la salida del arquero, solo le valió tocarla, generando un amague y una definición por parte del delantero colombiano. Una paliza contundente en la casa de los bicampeones de América.
La carrera de FAUSTino ASPRILLA
Luego de su consolidación en Colombia con el Cúcuta Deportivo y Atlético Nacional, Asprilla se situó en tierras italianas para jugar con el Parma en 1992. Fueron 4 años en los que disputó 128 partidos y anotó 40 goles. En ese tiempo, el Tino ganó una Recopa de Europa, una Supercopa de Europa y una Copa de la UEFA.
Gracias a su gol de tiro libre, el Parma le quitó un extenso invicto de 58 fechas al AC Milan en San Siro, un hito muy recordado en el fútbol italiano. De allí, fue a jugar al Newcastle United en 1996, con un saldo de 63 partidos jugados y con 18 goles marcados. De esos 18, le marcó 3 tantos al Barcelona por la Champions en 1997.
Volvió a Parma en 1998 por una lesión de rodilla, en esa segunda etapa jugó muy pocos partidos en 2 años. De igual manera, obtuvo una nueva Copa de la UEFA.
A inicios del Siglo XXI tuvo una aventura en Brasil, jugó para el Palmeiras en el 2000, luego fue cedido al Fluminense en 2001. Anotó 14 goles para los servicios del equipo paulista, y tan solo 8 con la camisa del tricolor carioca. Ese mismo año, el Tino va a México para jugar con el Atlante, equipo con el que tan sólo disputó 12 partidos.
En 2002 se presenta su regreso al fútbol colombiano, pero el tulueño solo participó en 11 partidos en suelo paisa. Al año siguiente, va a la Universidad de Chile, luego regresa en el 2004 a Colombia para jugar con Cortuluá, y finalmente en ese mismo año, va a Argentina para jugar con Estudiantes de La Plata, su último club.
En su palmarés, se encuentran los siguientes títulos:
- 2 Copas de la UEFA con Parma
- 1 Supercopa de Europa con Parma
- 1 Recopa de Europa con Parma
- 1 Coppa Italia con Parma
- 1 Copa Interamericana con Atlético Nacional
- 1 Liga con Atlético Nacional
- 1 Copa de Campeones con Palmeiras
- 1 Torneo Rio-Sao Paulo con Palmeiras
Con la Selección Colombia, disputó los Mundiales de 1994 y 1998, siendo un referente en cada uno de ellos. Marcó 20 goles en 57 partidos.
El legado del Tino
Lo que se diga que fue o no fue, realmente casi no importa. El Tino demostró en la cancha que es uno de los mejores jugadores de la historia de Colombia. Su gran carisma lo llevó a tocar el cielo con la manos, más allá de las equivocaciones que tuvo, demostró la gran calidad de ser humano que es. Un delantero que se acostumbró a jugar en la élite, que supo ganarse sus cosas con gran esfuerzo y dedicación. Respetado a donde quiera que vaya, se sienta en la mesa de los grandes personajes del fútbol.
Le abrió la puerta a los compatriotas que soñaban con jugar algún día en Europa para desarrollarse profesional y humanamente. Asprilla jugó sin complejos, con mucho entusiasmo y valentía. Se postraba en el campo, y pensaba en sus inicios en Tuluá, por todo lo duro que le tocó pasar, y algún día recogió sus frutos. Por eso, es un genio y figura, y lo será, incluso, más allá de cuando ocurra su sepultura.