Tuvieron que pasar cuatro años para que volviéramos a ver la garra cardenal. El artífice de ello fue el entrenador Pablo Peirano, quien llegó al banquillo de los rojos capitalinos sin mucho bombo por la prensa, al contrario, fueron muchos los que pusieron en duda su capacidad como entrenador al tener poca experiencia como máximo responsable de un club con historia.
El técnico uruguayo llegó sin prometer mucho, se mostró entusiasmado por este nuevo reto y en una charla con el diario El Tiempo a su llegada respondió esto al objetivo que tendría en el club: “Posicionar a Santa Fe en lo más alto, todo está en el trabajo”.
¡Y lo logró! Santa Fe en este 2024 fue de menos a más. Mientras el técnico y su equipo de trabajo encontraron la base de la nómina titular, se probaron diferentes esquemas, diferentes jugadores, distintas funciones hasta que lo consiguió.
No fue fácil, a pesar de la cantidad de jugadores que llegaron al equipo en este 2024, que fueron más de diez, por lo menos cinco de ellos se convirtieron en titulares indiscutibles en el esquema que pudo perfeccionar con el paso de la fechas el técnico Peirano.
Y así fue como no solo lograron establecer un equipo regular, sino que también lograron recuperar algo que para ese momento era fundamental en el proyecto: La hinchada.
Una hinchada que estaba herida, que se sentía abandonada, que no veía con buenos ojos las eliminaciones de las rondas definitivas en el semestre anterior y que se quedaban en el centro de las burlas de otros equipo que veían aumentar su palmarés.
Los leones, las leonas, los leoncitos rugieron todos juntos en búsqueda de recuperar una identidad que se había perdido, que se habían llevado los entrenadores y jugadores que pasaron sin pena ni gloria en estos años de sequía.
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Sí, fue Peirano. El discípulo de Gerardo Pelusso, quien le entregó al club el título de la Copa Sudamericana, el que logró comandar a un grupo que con líderes fundamentales como Hugo Rodallega y Daniel Torres supieron devolver la ilusión a los cardenales.
Un equipo que más que ser vistoso fue efectivo, que con su juego práctico logró conseguir una buena cantidad de puntos con el protagonismo de muchas individualidades y que recuperó el poderío de la pelota quieta de años anteriores para su beneficio.
Pero cómo olvidar apellidos como Mosquera, Millán, Ortiz, Chaverra, Rodríguez hasta Perlaza que llegó del rival de patio y supo respetar el color rojo al cual le entregó unas cuantas asistencias definitivas en juegos clave del semestre.
Este equipo unió la voz de todos y regresó la FE. Esa fe que venía siendo discutida y que hoy, a pesar de estar quebrada para muchos, ilusiona nuevamente.
Sí, se perdió esa final ante Bucaramanga de la manera más cruel tras una remontada épica, pero esto es SANTA FE. ¿Quién dijo que sería fácil? Si algo me enseño mi abuela que fue la encargada de hacerme querer estos colores fue: “vas a sufrir más de lo que vas a celebrar, pero todo siempre valdrá la pena porque llegará con garra, corazón y fuerza”.
