A veces me preguntan qué significa Junior para mí y, realmente, me resulta muy complejo resumir todo.
Tengo que empezar diciendo que es el nombre que mi mamá decidió ponerme en homenaje al equipo y a la ciudad donde vivió muchos años con la gente más maravillosa que conoció.
En ese lugar fue donde empezó mi vida y, a pesar de que al poco tiempo ya estaba en Argentina, su gente siempre me esperó con los brazos abiertos, haciéndome sentir querido, pero sobre todo, haciéndome recordar que es mi verdadera casa. Es el equipo que amo, ¡son los colores que amo!
Rojo y blanco, los colores que tuve el privilegio de defender en Barranquilla y el lugar donde, sin duda alguna, pasé la etapa más feliz de mi carrera deportiva.
Todavía recuerdo las palabras de mi mamá cuando se enteró que me iba a préstamo a Junior y me puse por primera vez la camiseta como jugador, entre lágrimas me dijo: “te queda preciosa hijo”.
A partir de ese momento, cada recuerdo fue único y todos los tengo grabados en mi memoria, sobre todo aquel 4-3 contra Millonarios bajo un diluvio. Un partido inolvidable.
Y, a pesar de que mi aventura como jugador no duró lo que soñé, Junior es el lugar donde pienso y sueño constantemente con regresar y, donde sin duda, pasaré otra parte de mi vida, nuevamente.
Ese amor que heredé desde que nací, cumple 100 años. Espero que Dios permita que siga escribiendo historias de gloria por toda la eternidad. Esa misma eternidad que describe de igual manera el amor que siento hacia la institución, hacia Junior. Ese amor eterno que me acompañará hasta el día que me muera, vestido de rojiblanco.
