Lo primero que quiero hacer, es agradecerle a Colombia entera por recibir el fútbol femenino con los brazos abiertos. Cientos de jugadoras tuvieron que ponerse la camiseta de la selección para poder llegar a este momento: un Mundial Femenino Sub-20 en nuestro país, con los estadios llenos y las personas alentando desde sus casas. Ni en mis sueños más locos me imaginé El Campín y el Atanasio Girardot vestidos de amarillo para un partido de fútbol femenino.
Con esto dicho, vamos al fútbol. Esta sub-20 ganó todos los partidos de la fase de grupos, algo histórico para cualquier categoría de la Selección Colombia femenina en torneos FIFA. Tenemos que ser honestos, no vimos el mejor trato de balón, ni los goles más espectaculares, mucho menos patrones de ataque claros. Lo que sí vimos fue un equipo muy ordenado tácticamente, sobre todo en lo defensivo, tanto así, que todavía no logran meterle ni un solo gol en contra en este torneo.
Hay un patrón que se ha repetido en los 3 partidos disputados, la selección no logra tener un buen primer tiempo. Y es que, en el fútbol, te pueden enseñar todas las acciones de juego posible, pero nadie te enseña a jugar con un estadio lleno. Se los digo yo que lo he vivido, es un deporte completamente diferente. Es casi imposible comunicarte con tus compañeras, no escuchas las indicaciones del entrenador, tienes que aprender a entender el lenguaje no verbal de tus compañeras y adivinar si la portera pidió o no pidió el balón.
Once de estas jugadoras ya saben lo que es ser subcampeonas del mundo sub-17, lo que no sabían es qué se sentía jugar en casa con un estadio a reventar. Y es que yo le pregunto a usted, querido lector, ¿su trabajo sería igual con 30 mil personas alentándolo en el oído? Yo creo que no.
Casualidad o no, siempre entran mejor a la cancha en el segundo tiempo. ¿Por qué? Pues el entrenador puede corregir, las jugadoras pueden hablar entre ellas para solucionar problemas que encuentren dentro de la cancha y ya el estadio no las aturde tanto como al principio. Todo lo contrario, el estadio se vuelve ese jugador 12 que ayuda a seguir corriendo cuando la cabeza te dice que no puedes más.
Hay otra cosa que cambia en el segundo tiempo, Linda identifica que necesita estar más centrada en la cancha para poder recibir el balón, lo que le da otra identidad y velocidad de juego a Colombia. Aunque falló un penalti en Medellín, tenemos que ser sinceros, dependemos de su individualidad y de la magia que tiene en los pies. Es la mejor jugadora del mundo en su categoría, es indiscutible.
Ya el técnico Paniagua sabe que tiene encontrar una manera de tener mejor posesión de balón con las 3 jugadoras del medio y seguro lo trabajará en los entrenamientos. Ya el país sabe lo bien que se siente ir a un estadio en paz, donde se puede llevar a los niños y las niñas sin miedo. Ya las jugadoras saben que van a jugar con más de 30 mil personas gritando ¡Colombia! en el partido de octavos de final, donde le seguirán dando alegrías a un país que tanto lo necesita.